La situación en el casco urbano de Riosucio, Chocó, ha alcanzado niveles alarmantes de abandono por parte de las autoridades. Las inundaciones amenazan la movilidad y seguridad de la población, mientras la administración municipal parece estar lejos de priorizar las necesidades de su gente.
El Puentón: símbolo de negligencia y peligro
El deterioro del Puentón, infraestructura clave para la movilidad en la cabecera municipal, se ha convertido en un reflejo de la desidia administrativa. Este puente, fundamental para la conexión entre los diferentes barrios, se encuentra en condiciones críticas, aumentando el riesgo de accidentes y dejando a la población en vilo. Pese a la urgencia de su reparación, los recursos necesarios han sido desviados hacia contratos cuestionables, dejando en evidencia una gestión municipal más centrada en intereses particulares que en soluciones reales.
Mientras tanto, el Puentón continúa deteriorándose. Los habitantes se preguntan: ¿qué impide que se priorice una obra tan fundamental? ¿Es negligencia o hay intereses ocultos detrás de estas decisiones?
Un pueblo al borde del desastre
El aumento de las lluvias ha agravado las inundaciones, afectando sectores críticos del casco urbano y exponiendo a la población a riesgos severos. Soluciones probadas, como la construcción de calles elevadas implementadas en administraciones anteriores, han sido ignoradas. En cambio, si las inundaciones continúan las alternativas actuales se limitarían a puentes de madera improvisados, que no solo son precarios, sino insostenibles.
“Es como estar entre la espada y la pared. No hay acciones efectivas, solo soluciones temporales que no resuelven nada”, lamentan los residentes. Este sentimiento se resume en una frase común entre los riosuceños: “estamos jodidos y apaleados”.
El silencio del gobierno central
La responsabilidad no recae únicamente en la administración municipal. A pesar de que el río Atrato fue declarado sujeto de derechos, el gobierno central ha hecho poco para garantizar el dragado continuo y eficiente de sus bocas. Esta omisión ha intensificado las problemáticas de inundaciones, afectando a Riosucio y a otras comunidades ribereñas.
¿Hasta cuándo soportarán los riosuceños?
La paciencia de la población está llegando a su límite. “Defender ciegamente a un líder, incluso cuando está equivocado, no es lealtad, es complicidad con el error”, dicen algunos habitantes, refiriéndose a quienes justifican la inacción del alcalde Juan Moreno Mena.
Mientras tanto, las oraciones al cielo se convierten en la única esperanza para que las inundaciones no se tomen el pueblo por completo. Sin embargo, los habitantes insisten en que es hora de que las autoridades actúen.
La voz de un pueblo que no se rinde
Riosucio exige respuestas claras y acciones concretas. La negligencia ya no es una opción, y la población advierte que el límite de su paciencia está cerca. Las autoridades municipales, departamentales y nacionales deben asumir su responsabilidad antes de que las consecuencias sean irreversibles.
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