En Rosa Mística, el tiempo parece detenerse, pero no las tragedias. Más de un mes ha transcurrido desde que el alcalde Juan Moreno Mena prometió solucionar los crecientes peligros que acechan la infraestructura de este proyecto de vivienda. Sin embargo, los residentes siguen atrapados en un limbo de promesas incumplidas, reminiscentes de la vieja canción de Silvio Brito sobre desengaños y esperas eternas.
La gota que rebalsó el vaso fue la caída de un niño, un incidente que encendió la mecha de la indignación en una comunidad ya de por sí cansada de vivir al borde del peligro. Los puentes improvisados, que cada día se balancean más cerca del colapso, son un recordatorio constante del abandono por parte de aquellos elegidos para proteger y servir.
Ante el anuncio de un paro cívico, funcionarios municipales se apresuraron a visitar el lugar, prometiendo soluciones rápidas. Veinte días dijeron, y ya han pasado más de treinta. Las palabras se las llevó el viento, y lo único que queda es la infraestructura desmoronándose y una comunidad en riesgo.
La apatía del gobierno municipal ante los evidentes y crecientes riesgos no solo es irresponsable, sino también una afrenta directa a la seguridad y el bienestar de más de un millar de almas que residen en Rosa Mística. Mientras los puentes se deterioran, la confianza en las promesas de Moreno Mena y su administración se desvanece igual de rápido.
Los habitantes de Rosa Mística está en pie de lucha, cansados de ser ignorados y dispuestos a luchar por el derecho a una vivienda segura. No obstante, la pregunta persiste: ¿Cuántos accidentes más se necesitan para que la administración tome cartas en el asunto? ¿Cuántas promesas más serán necesarias antes de que se construyan soluciones reales y no solo castillos en el aire?
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