El Urabá es un ejemplo de este camino. Decenas de familias regresaron como dueños legítimos, pero despojadores les han impedido volver a empezar.
El Urabá es un ejemplo de este camino. Decenas de familias regresaron como dueños legítimos, pero despojadores les han impedido volver a empezar.
Como los caracoles, avanzan con la casa a cuestas, van sorteando los bajos pantanosos hasta llegar a la que fue su tierra. Es un volver al sitio de donde fueron expulsados a sangre y fuego por los paramilitares del Bloque Bananero, cuando Manuel Oviedo era un niño de 9 años.
Avanzando 200 metros monte adentro, pasando por la tierra vecina de los Embera Katios, restituida en el 2015, llegó un puñado de campesinos cargando el techo de la casa de Manuel Oviedo, porque los paramilitares hace 23 años lo desterraron a él y a su familia. Hoy nuevamente está allí construyendo su casa, su nuevo hogar, en Villa Hermosa.
Ese era su hogar, la tierra de sus padres y sus seis hermanos
“Papá lo que nos decía en ese tiempo, nos recalcaba, que la tierra no se podía vender (…) que si él se enfermaba, envejecía y moría que lo enterráramos en esta tierra. Pero no le pudimos cumplir porque nos sacaron los paramilitares y mi papá falleció en…”, recuerda entre lágrimas Manuel.
El solo recuerdo le hiere el alma.
Pero ¿qué recuerda él de cuando los paramilitares entraron a su región?
“Lo que recuerdo yo es el asesinato y desplazamiento de mis vecinos…”, Manuel no puede continuar el relato porque se atora en lágrimas y pide perdón.
“Allá dejaron otro muerto tapado con matarratón (…) ellos se denominaban Bloque Bananero de Raúl Hasbún. A nosotros en ese tiempo nos hacían creer que la persecución era a la guerrilla, pero no. después entendimos que era por las tierras, por despojarnos a nosotros de las tierras”, sustenta.
En esa vorágine de muerte cayó el hermano de Manuel, Nafer Oviedo Begambre
“Llegaron siete paramilitares, todos siete lo ponen de blanco, él se recuesta en el corral y lo asesinan. Todos siete le disparan ráfagas de fusil a mi hermano, lo quemaron todo de aquí para abajo todito. Ellos lo matan y se ponen a hacer sancocho al lado de mi hermano”, narra Manuel conteniendo el llanto.
Laureano Gómez un octogenario cordobés también fue otra víctima del despojo.
“Comenzaron a venir esos terratenientes, que son los dueños de esas casas bonitas, hicieron un acuerdo con un ilustre político que en esa época era gobernador, estoy hablando del doctor Álvaro Uribe Vélez, ¿qué acuerdo era? trajeron las convivir. De noche eran las convivir, una seguridad privada, y de día eran paramilitares”, asevera Laureano.
La memoria no le falla y habla con nombres propios de Hasbún, ‘el alemán’ y alias ‘HH’.
“Llegaban donde uno y ni siquiera decían buenas tardes sino esta finca la necesitamos. Como uno no la está vendiendo uno decía: ‘yo no la estoy vendiendo’ y respondían: ‘Ah, si usted no la vende, la vende la viuda’. Las mujeres como son más nerviosas en vez de darle moral a uno me dijo mi esposa, ¿entonces te vas a dejar matar?, cuenta Laureano con total lucidez.
Así lo confesó el jefe paramilitar, Raúl Hasbún en su versión de Justicia y Paz cuando reveló cómo pactaron la complicidad criminal con los empresarios para hacer efectivo el despojo de las tierras.
“Jaime Sierra y hermanos, Darío Moreno (tío de Jaime Sierra) esos ganaderos contra la guerrilla y los grupos de choque, con estos recursos de los ganaderos yo hacía un ejercicio, se financiaba o se pagaba más o menos la nómina del grupo de choque de Lázaro o de 40 hombres de ese sector”, sustentó Hasbún en julio de 2012 por el caso de ‘Paraeconomía’.
El Urabá es un ejemplo de este camino. Decenas de familias regresaron como dueños legítimos, pero despojadores les han impedido volver a empezar.
Como los caracoles, avanzan con la casa a cuestas, van sorteando los bajos pantanosos hasta llegar a la que fue su tierra. Es un volver al sitio de donde fueron expulsados a sangre y fuego por los paramilitares del Bloque Bananero, cuando Manuel Oviedo era un niño de 9 años.
Avanzando 200 metros monte adentro, pasando por la tierra vecina de los Embera Katios, restituida en el 2015, llegó un puñado de campesinos cargando el techo de la casa de Manuel Oviedo, porque los paramilitares hace 23 años lo desterraron a él y a su familia. Hoy nuevamente está allí construyendo su casa, su nuevo hogar, en Villa Hermosa.
Ese era su hogar, la tierra de sus padres y sus seis hermanos
“Papá lo que nos decía en ese tiempo, nos recalcaba, que la tierra no se podía vender (…) que si él se enfermaba, envejecía y moría que lo enterráramos en esta tierra. Pero no le pudimos cumplir porque nos sacaron los paramilitares y mi papá falleció en…”, recuerda entre lágrimas Manuel.
El solo recuerdo le hiere el alma.
Pero ¿qué recuerda él de cuando los paramilitares entraron a su región?
“Lo que recuerdo yo es el asesinato y desplazamiento de mis vecinos…”, Manuel no puede continuar el relato porque se atora en lágrimas y pide perdón.
“Allá dejaron otro muerto tapado con matarratón (…) ellos se denominaban Bloque Bananero de Raúl Hasbún. A nosotros en ese tiempo nos hacían creer que la persecución era a la guerrilla, pero no. después entendimos que era por las tierras, por despojarnos a nosotros de las tierras”, sustenta.
En esa vorágine de muerte cayó el hermano de Manuel, Nafer Oviedo Begambre
“Llegaron siete paramilitares, todos siete lo ponen de blanco, él se recuesta en el corral y lo asesinan. Todos siete le disparan ráfagas de fusil a mi hermano, lo quemaron todo de aquí para abajo todito. Ellos lo matan y se ponen a hacer sancocho al lado de mi hermano”, narra Manuel conteniendo el llanto.
Laureano Gómez un octogenario cordobés también fue otra víctima del despojo.
“Comenzaron a venir esos terratenientes, que son los dueños de esas casas bonitas, hicieron un acuerdo con un ilustre político que en esa época era gobernador, estoy hablando del doctor Álvaro Uribe Vélez, ¿qué acuerdo era? trajeron las convivir. De noche eran las convivir, una seguridad privada, y de día eran paramilitares”, asevera Laureano.
La memoria no le falla y habla con nombres propios de Hasbún, ‘el alemán’ y alias ‘HH’.
“Llegaban donde uno y ni siquiera decían buenas tardes sino esta finca la necesitamos. Como uno no la está vendiendo uno decía: ‘yo no la estoy vendiendo’ y respondían: ‘Ah, si usted no la vende, la vende la viuda’. Las mujeres como son más nerviosas en vez de darle moral a uno me dijo mi esposa, ¿entonces te vas a dejar matar?, cuenta Laureano con total lucidez.
Así lo confesó el jefe paramilitar, Raúl Hasbún en su versión de Justicia y Paz cuando reveló cómo pactaron la complicidad criminal con los empresarios para hacer efectivo el despojo de las tierras.
“Jaime Sierra y hermanos, Darío Moreno (tío de Jaime Sierra) esos ganaderos contra la guerrilla y los grupos de choque, con estos recursos de los ganaderos yo hacía un ejercicio, se financiaba o se pagaba más o menos la nómina del grupo de choque de Lázaro o de 40 hombres de ese sector”, sustentó Hasbún en julio de 2012 por el caso de ‘Paraeconomía’.
“A mí me dieron, por 48 hectáreas, $18 millones de pesos, yo no le vendí a Jaime Sierra, yo no le vendí a Fabio Moreno, yo le vendí al comisionista que ellos usaron como comprador”, comenta Laureano.
“Nosotros salimos huyéndole a los paramilitares, venían los señores Moreno escoltados de los paramilitares y posesionándose de las tierras”, dice Manuel Oviedo.
El sabor agridulce del retorno Laureano ni siquiera ha logrado entrar.
“Yo no estoy contento, porque no he podido entrar, ¿podría estar contento? (…) ¿Qué quiere María Teresa? ¿Que yo siga soportando necesidades en el pueblo en Chigorodó? Yo soy un hombre de 80 años ya no sirvo ni para recoger basura”, cuestiona Laureano.
Mientras tanto, Manuel, que ha podido trabajar la tierra, dice que se está sintiendo atrapado en su propia finca
“Vino María Teresa, que es la opositora mía, y mandó unos vaqueros y me sacó el ganado. Y ella tiene ganadería y ganadería bastante (…) no me deja entrar ganado a mí pero ella sí tiene ganado, ella si me explotó durante 23 años las tierras con ganado”, sostiene Manuel.
El predio en disputa tiene más de siete mil hectáreas, de las cuales cuatro mil son reclamadas por 34 familias; entre ellas está la de Manuel. Las tierras restituidas están rodeadas por predios que componen la hacienda Monteverde, que ocupan los Moreno.
Dicen los campesinos que con mucho esfuerzo construyeron una vía empedrada que hoy, les es ajena.
“Soy de los primogénitos que entramos a estas tierras. Ese camino, estas manitos fue unas de las que trochó haciendo ese camino”, recuerda Laureano.
Según los abogados de la familia Moreno y de la empresa Todo Tiempo SAS, dueños de la hacienda, el camino real no está constituido legalmente como servidumbre y es de uso privado.
Gerardo Vega, director de la Corporación Forjando Futuros, durante años ha estudiado la restitución en Colombia y conoce ampliamente lo que pasa en Urabá con el conflicto de tierras.
“Ahí existen unas servidumbres que son naturales, son vías veredales que impiden que la gente llegue, ponen candado y puertas. Nos ha tocado en varias ocasiones delante de organismos internacionales y la Policía y no permiten el paso de las familias”, explica Vega.
En un video aportado por la misma fundación se ve el escalamiento del conflicto que pone en alto riesgo la vida de las víctimas del despojo: un grupo hombres que intimidan a los reclamantes.
La grabación muestra a la señora María Teresa Moreno diciendo que las armas de sus hombres son de juguete: “Por eso, y es que eso lo tenemos nosotros para jugar”, dice la mujer en las imágenes.
Un juego peligroso que ha dejado varios reclamantes muertos, Manuel no quiere ser el próximo, pero con valentía sigue defendiendo a los suyos.
“El concepto de seguridad no lo veo y dentro de la Ley 1448 hay un artículo donde dice que debe haber garantías de no repetición, pero aquí se está dando todo lo contrario (…) Yo tengo ilusión, pero vamos a ver hasta donde apoyan las instituciones, pero también estoy dispuesto. Uno por lo de uno se hace matar… estoy dispuesto a llegar… finaliza Manuel entre lágrimas.
Mientras su vida la va pasado con la casa a cuestas, cargando sueños, tristezas, el peso del despojo y hasta sus propios muertos.