Con mentalidad positiva. De esa forma Edilma Cardona, víctima del conflicto, comenzó a tejer su historia de emprendimiento. Este martes 9 de abril se conmemora el ‘Día de la Memoria y Solidaridad con las víctimas del conflicto armado’.
Es lo que afirma, Edilma Cardona, quien, entre hilos de crochet, puntadas a dos agujas, cadenetas, y vueltas dobles, ha creado verdaderas obras de arte que le sirvieron para mitigar las secuelas que le dejó el conflicto armado, y la lucha que como madre tuvo que emprender a raíz de la discapacidad de su hijo Jeison, por cerca de 25 años.
Justamente esa situación, aun siendo joven, la hizo tomar la decisión de irse de Apartadó a tocar puertas como narra, en busca de atención especializada para su hijo, al tiempo que se sostenía vendiendo lotería, y fue entonces cuando no sólo presenció un asesinato, sino que también fue víctima de lesiones a causa de una bala perdida, en ese momento con miedo e impotencia tuvo que retornar de nuevo a Apartadó.
“Me tocó desplazarme otra vez a Apartadó porque a los dos o tres días, llegaron a preguntar por la señora a quien le habían herido una pierna, entonces uno de lógica quiere cuidar su integridad, pero eso me afectó mucho porque Jeison llevaba un proceso de rehabilitación que le mejoró la calidad de vida; él tenía parálisis cerebral múltiple, lo que mejoraba cuando recibía esas terapias las que se retrasaron cuando tuve que desplazarme otra vez a Apartadó”.
A Edilma le tocó aprender sobre leyes de salud para poder exigir los derechos de su hijo, nunca olvida que uno de tantos médicos que vio a su hijo le dijo fríamente que sólo se dedicara a alimentarlo sin darle mayores probabilidades de vida. A sus escasos 22 años tuvo que recorrer con su hijo cargado muchas veces ciertas calles de Medellín.
“Uno no está acostumbrado a la ciudad y yo era una jovencita al recordar esto. Vienen a mi memoria momentos que hoy que conozco a Medellín caminé del San Vicente de Paul cuando me dieron el diagnóstico de Jeison: parálisis cerebral con insuficiencia psicomotriz. Mas o menos el médico dijo que ‘ese niño no me iba a servir para nada que le diera comida y esperara a que se muriera’, por eso mis lágrimas, yo cogí a Jeison y caminé por horas en las calles de Medellín”.
Contrario a cualquier diagnóstico, el más duro para ella, Jeison la acompañó por 25 años. “Los primeros tres años fueron muy duros, cada mes lo llevábamos al médico, me dediqué a trabajar para él, y vi que empeoraba allí fue que en los 90 tomé la decisión de irme para Medellín y fue cuando a los cinco años de estar allá, sufrí las lesiones personales”.
Estos sucesos personales y los provocados por el conflicto armado, trajeron dolor a su vida, pero Edilma lejos de desesperarse y perder la fortaleza, aprendió no solo, como dice, a ser resiliente. “Entre más me pasaban cosas duras yo más me fortalecía, antes con un carácter diferente porque la sociedad a veces lo hace duro a uno, y me puse una coraza de armadillo, pero aprendí que si tengo que llorar, puedo llorar, eso me llenó de fortaleza y de empuje para ser una mujer propositiva emprendedora y fue allí que empecé a tejer, tenía un restaurante”.
Hay quienes afirman que las mujeres son tejedoras por naturaleza, y aunque Edilma lo descubrió por necesidad como ella lo reconoce, ha venido mejorando su talento. “Un día llegué y me di cuenta que mi mamá ya no podía seguir apoyándome con Jeison, sentí la necesidad de dejar ese trabajo que hacía durante cinco años y dedicarme a Jeison, tuve que cerrar y después a pensar de qué iba a vivir, hasta que una vecina me pidió que le tejiera unas carpetas y me pagó por ellas”.
“Me di cuenta de que no se me había olvidado, que eso era un don que yo tenía y aprendí a desarrollarlo. Aprendí a tejer a los ocho años viendo a una señora que se sentaba en el andén y le dije a mi mamá que me comprara las agujas en ese tiempo sólo costaba 200 pesos, puso reparos, pero de tanto insistir me las compró, después sacaba moldes de una revista que se llama Ganchito, empecé hacerlas idénticas, hasta que una amiga vio una mochila que tejí y me dijo que tenía un grupo de mujeres para que enseñara y me asusté mucho porque yo aprendí fue así”.
Así comenzó a tejer su historia de emprendimiento, con una mentalidad siempre positiva, a elaborar calzado tejido, mochilas, billeteras y carteras, las cuales poco a poco ha ido dando a conocer en algunos locales de calzado y ferias de servicios.
Aunque no sabía al comienzo sobre sus derechos como víctima, Edilma logró declarar como víctima de lesiones personales y desplazamiento. Cuenta que mediante las ayudas humanitarias y la indemnización logró fortalecer su negocio, ha participado en ferias de servicios, se graduó como bachiller en el 2009, y decidió aprender más. Además, culminó en el SENA como tecnóloga en formulación y avaluación de proyectos, ahora sueña con terminar la carrera de administración de empresas.
“Tengo 52 años pero me siento de 20 porque la salud y la mental más, es un regalo de Dios, Lo que tengamos a la mano debemos utilizarlo, si es poquito bien utilizado si es bastante mucho mejor y compartirlo con los demás”. Y esto si que lo ha sabido hacer Edilma ya que enseña a tejer a otras mujeres víctimas como ella, lidera una fundación que acompaña a familias que tengan personas con discapacidad, esto lo venía realizando de manera callada, hasta que ha tenido diferentes reconocimientos y mayor estabilidad en su arte.
El nombre de Edilma Cardona Durango era desconocido para muchos, hasta el 11 de diciembre cuando le fue otorgado el premio #AntenasDeOro, máxima distinción que exalta y premia a personas que con sus acciones aportan a la sociedad. Este premio es otorgado por Antena Estéreo, una reconocida emisora en la región de Urabá, que la galardonó en la categoría al mérito comunitario.
Un reconocimiento inesperado, para ella y que la emocionó gratamente ya que como cuenta su trabajo ha sido silencioso, sin ninguna otra pretensión que la de ayudar a quienes quieren salir adelante. “Ser la mujer que soy hoy es el resultado de haber sembrado a tiempo”, concluye.