La mujer trabaja desde por los niños y niñas víctimas de abuso sexual en la capital chocoana.
Por: Miguel Ángel Espinosa Borrero.
Lucy Zuleidy Ramírez Mosquera, una quibdoseña de 30 años, trabaja desde hace ocho por los niños y niñas víctimas de abuso sexual en la capital chocoana. Su labor le ha traído diferentes reconocimientos dentro de la institución.
Con dificultad, la patrullera Lucy Zuleidy Ramírez Mosquera camina hacia un nutrido grupo de niños y niñas. Sus casi nueve meses de embarazo le impiden moverse con mayor destreza, pero su amor por el trabajo que realiza con los menores es más grande y por eso sonríe mientras coordina las actividades que se van a llevar a cabo durante esta jornada.
Así ha sido desde hace ocho años, cuando ingresó en el grupo de infancia y adolescencia de la Policía del Chocó. Desde entonces, su razón de levantarse cada mañana, aun hoy cuando se encuentra en un avanzado estado de embarazo, es la de atender a los niños que han sido víctimas de abuso sexual en Quibdó.
Mientras los niños pintan, bailan y desarrollan diferentes actividades artísticas y culturales, ella sonríe. Su tarea ha sido difícil, pues los insumos para su labor social no son fáciles de conseguir y no siempre obtiene el apoyo de las autoridades.
“A veces uno no cuenta con el apoyo de autoridades o de la misma comunidad –cuenta la patrullera mientras acaricia su vientre–. Pero cuando uno se propone algo siempre va a haber una luz y las cosas se dan solitas”.
Muchos menores de edad en Chocó son entregados a bandas criminales por sus familias para tener ingresos económicos.
Chocó es también uno de los departamentos donde más personas se encuentran en condiciones de pobreza extrema, con el 49,9 por ciento de su población. Por ello, el proyecto de la patrullera, en alianza con otras fundaciones, también es el de rescatar a los menores de edad de ofertas económicas que realizan grupos criminales.
A sus 30 años, 10 de ellos como oficial, Lucy se levanta desde las 5:30 de la mañana para atender sus labores. Señala que este es su destino y mientras tenga la oportunidad de atender a las víctimas, entonces continuará.
Vocación de servicio
Luis Enrique Ramírez, el padre de Lucy, fue también policía. Lo que significa que toda su vida esta quibdoseña ha tenido una relación con la institución en la que hoy trabaja.
Con una gran sonrisa, Lucy recuerda que fue cuando estaba muy pequeña, durante una actividad con uniformados en su barrio, que comprendió que su destino estaba en este lugar para servir a su comunidad.
“Mi papá era policía –cuenta la patrullera–. En una actividad cuando estaba pequeña, verlos trabajando conmigo y la vocación que tenían de servir y ayudar me ayudó mucho a tomar esa decisión. Mi papá dejó un legado y yo quería continuar con él”.
Aunque las alianzas entre diferentes grupos sociales en Quibdó han generado un clima de servicio hacia la niñez, Lucy se enfoca especialmente en los niños víctimas de abuso sexual, pues a corta edad también fue atacada por parte de un familiar.
Es consciente del dolor y las cicatrices que el ser víctima de abuso puede dejar en un menor y por ello, porque tuvo el privilegio de cumplir sus sueños, quiere ayudar a los menores de edad que han atravesado este tipo de situaciones.
“Hay un espíritu de servicio en mí porque he vivido una de las vulneraciones que trabajamos aquí que es el abuso sexual –expresa Lucy–; el saber que así uno haya vivido este golpe a sus derechos se pueden cumplir las metas, siempre y cuando haya un acompañamiento dedicado, es fundamental para esta labor”.
Una de las mujeres que la acompaña durante sus jornadas es Karina Ramírez, de otra fundación que enfrenta la deserción escolar que ha crecido por cuenta del reclutamiento de bandas criminales.
Para esto, se reúnen en la semana con los menores al interior de la institución educativa del barrio Kennedy, de Quibdó, donde las malas condiciones de la estructura no les permiten desarrollar sus actividades durante un tiempo mayor a una hora.
La humedad, las grietas y el calor impiden que los 100 niños y niñas del grupo puedan atender estas jornadas educativas con regularidad. A veces logran reunirse en la biblioteca de la capital chocoana.
Ramírez señala que por lo menos el 90 por ciento de la población chocoana ha sido víctima de algún abuso por parte de los grupos armados.
“Ella (Lucy Ramírez) se preocupa mucho por eso –cuenta Karina–. Siempre está con la población en situación de vulnerabilidad. Las bandas y el conflicto nos perjudican a todos sin importar la clase social o el nivel económico”.
Pero esta patrullera no solamente guía y atiende a los menores. Varios de sus compañeros señalan que Lucy se ha encargado de aprender diferentes técnicas para ayudar en los proyectos que emprende, tales como la creación de parques y zonas de juego para los niños.
Esa, según el capitán Carlos Eduardo Castellanos, es una de las razones por las que esta patrullera se ha convertido en una persona tan importante para la infancia y la adolescencia en Quibdó.
Las bandas y el conflicto nos perjudican a todos sin importar la clase social o el nivel económico
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“Aquí hay un trabajo abnegado en el que no importa el clima ni el día –resalta el capitán–; en Lucy he visto que es lo que la motiva. Madruga más o se va más tarde porque siempre está dispuesta a aportar”.
El capitán Castellanos señala que hace un año, durante la inauguración de un parque a pocas cuadras del comando, lo sorprendieron los conocimientos de la patrullera en construcción, pues ella misma aprendió a pegar los ladrillos y a verificar que los cimientos fueran sólidos con el fin de terminar la adecuación de la zona de forma rápida.
Este tipo de cosas le permitieron a Lucy ser en el año 2016 reconocida como la policía del año. Un premio que se otorga dentro de la institución para felicitar este tipo de actividades de los uniformados.
Lucy, en Quibdó, sonríe cuando recuerda ese premio, pues no esperaba que su labor con los niños de su tierra le valiera este reconocimiento a nivel nacional.
“Siempre trato de hacer las cosas no solo por ser Policía, sino por la vocación que tengo –resalta Lucy–; siempre quise servir a mi comunidad y gracias a Dios lo hago con los niños. Ayudamos a que sus derechos sean protegidos para que su voz se pueda escuchar por medio de sus talentos”.
Sin embargo, no siempre el trabajo es gratificante. La patrullera señala que los momentos más duros los experimenta casi cada semana con las historias que llegan a sus oídos.
Cada vez que un niño narra sus experiencias Lucy sufre, llora por dentro. Sonríe y le da un abrazo al menor que le cuenta su dolor. “No podemos permitir que las niñas sepan que uno está flaqueando. Es muy duro verlos sufrir tan pequeños porque les pasan cosas que los adultos ni se imaginan”.
Es muy duro verlos sufrir tan pequeños porque les pasan cosas que los adultos ni se imaginan
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A veces, como lo expresa el capitán Castellanos, no se necesita de mucho dinero para ayudar a la comunidad. Lucy es la prueba de esto y por eso, los 98 policías que trabajan con ella procuran rodearla para que desarrolle su labor.
Cumplir sueños
Hace un año, durante una de las jornadas de atención psicosocial que llevan a cabo, una adolescente que había sufrido abusos por parte de un familiar dijo ante todos que le hubiera gustado celebrar su fiesta de 15 años meses atrás cuando los cumplió.
Poco a poco, otras jóvenes manifestaron lo mismo. Unas ya habían cumplido y otras estaban cerca, pero no habían tenido una fiesta. Así fue como poco a poco empezaron a buscar la forma de celebrar los 15 años de 11 jóvenes.
“Esto es de todos –asegura Karina–; es un trabajo entre todos y lo que hacemos es unir esfuerzos en fechas importantes, como día del niño o diciembre y todo lo que signifique celebrar a nuestros niños y jóvenes”.
En este grupo hay menores desde los 3 hasta los 17 años. En este momento también cuenta con dos mayores de edad. La violencia intrafamiliar, el abuso sexual, el consumo de drogas por parte de sus padres, niños que son vinculados a grupos armados y múltiples problemas son escuchados casi a diario por ella.
La patrullera Lucy cuenta que vio desfilar a las 11 jóvenes con vestidos que consiguieron gracias al apoyo de diferentes fundaciones. También se celebró una fiesta con los recursos que se pudieron recolectar.
“Mis princesas estaban felices –cuenta la patrullera Lucy–; estaban contentas de ver que les estaban celebrando los 15. Y ver sus sonrisas fue especial. Siempre les digo que son mis princesas y como tal tienen que hacerse valer en cualquier escenario”.
El coronel de la Policía del Chocó, John Carrillo, señala que es una de las anécdotas más bonitas que ha tenido conociendo a la patrullera, pues el salón, el maquillaje y los vestidos fueron escogidos por ella como si se tratara de sus propias hijas.
“Hablar del trabajo de la patrullera Lucy es hablar de una aventura que ha llevado durante estos 10 años –resalta el coronel–. Se necesita liderazgo y espacio para llevar a cabo estas acciones con poblaciones vulnerables, aquellos que han tenido situaciones traumáticas, y eso lo ha hecho con el mayor gusto”.
De acuerdo con información del Dane, entre julio y septiembre del 2018, la tasa de desempleo en Quibdó se incrementó en un 4,5 por ciento en comparación con el 2017.
En la capital del Chocó, el 87 por ciento de la población vive de la informalidad.
Pese a las dificultades económicas, Lucy y otras fundaciones del Chocó no detienen su esfuerzo por la niñez, esa que ha resultado tan afectada por los conflictos sociales que aún se aferran al departamento por cuenta de múltiples factores como la corrupción y el abandono estatal.
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A finales de enero, Lucy dio a luz a una bebé llamada Liana, por ahora tendrá que permanecer en su casa guardando reposo. Pero está tranquila. Confía que con lo sembrado durante todos estos años de labores ininterrumpidas, sus pequeños no estarán solos y pronto podrá regresar para seguir apoyándolos.
Un espacio para los niños y niñas del Chocó
El pasado 19 de diciembre del 2018, la empresa Darnel y la Fundación Corazón Verde entregaron un domo fabricado con 1.71 toneladas de cubiertos, platos, portacomidas y otros empaques de plástico e icopor reciclado que fueron recogidos durante el festival gastronómico Alimentarte que organiza la Fundación Corazón Verde en Bogotá.
El domo requirió de 270 kilos de plástico e icopor reciclados para fabricar los tubos de la estructura y 1.440 kilos para el piso.
Este espacio será utilizado por niños y niñas que han sido víctimas de violencia en Chocó y que son atendidos por la patrullera Lucy Ramírez, como parte de una iniciativa para ayudarlos a desarrollar sus talentos.
El acto de entrega se realizó en las instalaciones de la Policía de Quibdó y estuvo a cargo de Adriana De Francisco, representante de la Fundación Corazón Verde, y Sergio Díaz Collazos, gerente de mercadeo de Darnel.
MIGUEL ÁNGEL ESPINOSA BORRERO
Enviado especial de EL TIEMPO