Los tejedores y tejedoras del sujeto de reparación colectiva de Pueblo Bello realizaron el cierre de la medida de rehabilitación de la Unidad para las Víctimas en el Centro Social y Comunitario Remanso de Paz, del corregimiento.
Hablar de reconstrucción en el sujeto de reparación colectiva de Pueblo Bello, no se limita al aspecto estructural, es un proceso que de manera autónoma e independiente han venido entretejiendo sus líderes con el acompañamiento de la Unidad, lo que les ha permitido potenciar sus capacidades para perpetuar un legado patrimonial que prevalece en el tiempo.
La culminación de la medida de rehabilitación es un reflejo del empoderamiento comunitario, y se dio a través de un emotivo acto simbólico de memoria y reflexión. Al norte de Urabá, surcado por el río Mulatos, se encuentra el sujeto de reparación colectiva Pueblo Bello, conformado por más de 1.500 personas residentes en el casco urbano y en sus veredas: Sinaí, Monomacho, la Esperanza, las Malvinas, La Ilusión, El Caucho, Lucio y Galilea.
El acto simbólico permitió a la comunidad reflexionar sobre los avances, logros y la manera en que se sortearon los obstáculos que se presentaron durante el proceso. En este espacio, los tejedores revivieron los momentos significativos que experimentaron en la reconstrucción de Pueblo Bello, que, aunque aún no termina, busca conservarse en el tiempo.
“Hoy los tejedores, representantes de estas veredas, han trabajado a pulso, para resignificar y desmitificar cada espacio de su localidad, de lo que fue una historia de barbarie y dolor, hace casi 28 años, pero no han estado solos han contado con el concurso de toda la comunidad y la institucionalidad que les ha conducido hacia el fortalecimiento de sus procesos comunitarios”, asegura, Elizabeth Granada Ríos, directora territorial de la Unidad para las Víctimas en Urabá Darién.
Ramón García, ha sido uno de los testigos de este resurgir: “Pueblo Bello es otro. Este pueblo daba miedo entre 1990 y el 2005. Casi todas las familias se habían ido, nadie se animaba a pasar por aquí, nadie se atrevía a ir de una vereda a otra. Hoy todo es distinto, las veredas organizan campeonatos de microfútbol, se hacen muchas cosas”, narra con emoción.
Como Ramón, otros líderes de este colectivo han tenido como meta, cambiar la imagen de Pueblo Bello, empañada por la acción destructiva de los violentos, atrás han quedado, calificativos como, “el pueblo fantasma” y “el pueblo de la masacre”.
La comunidad ha comprendido que la mejor manera de honrar y recordar a las 43 personas que les fueron arrebatados por el conflicto armado, es reconstruyendo palmo a palmo otra historia para las nuevas generaciones; labor que han venido desarrollando con las herramientas adquiridas en las distintas esferas socio económicas de la población.
El enorme árbol que fue un testigo mudo del horror y el monumento de fondo azul con los rostros de quienes no están, ya no laceran la memoria de la población, porque se convirtieron para ellos, en espacios de esperanza y vida, resignificando su testimonio: “Le estamos brindando un homenaje, y recuperando la confianza que tenemos en este espacio, lo malo que aquí se vivió, algo de terror, que el árbol no puede contar, que el siente, pero no puede expresar”, manifestó Edith Garnau, entrelazadora.
La Unidad viene acompañando a este sujeto de reparación colectiva desde el año 2012 con unos primeros acercamientos, en el 2013 comenzaron a consolidarse las acciones de la ruta de reparación y se conformó el comité de impulso, dinamizadores del proceso en el colectivo.
“Pasamos de seis líderes a más de 50 empoderados y en la institución educativa de siete estudiantes hoy tenemos más de 500 estudiantes, ahora hasta escuela de música tenemos” agrega, Ramón García.
“Pueblo Bello, sueña y en grande, no paran de trabajar y verdaderamente da gusto ver cómo minuto a minuto están aprovechando la maquinaria entregada, piensan en grande y se están proyectando grandes cosas”, agregó, Elizabeth Granada Ríos, directora territorial de la Unidad para las Víctimas en Urabá Darién.