La víctima del conflicto que hará parte de la Comisión de la Verdad.

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Ángela Salazar, lideresa de Apartadó, llegó a la Comisión después de desempeñarse como miembro de la Iniciativa de Mujeres para la Paz en Antioquia.

Ángela Salazar, víctima de desplazamiento nacida en Tadó (Chocó) y lideresa del municipio de Apartadó, fue seleccionada por el Comité de Escogencia como uno de los 11 integrantes de la Comisión para la Esclarecimiento de la Verdad, la Convivencia y la no Repetición.

“Recibí esta elección muy contenta, con un poco de ansiedad por lo que significa, por la responsabilidad, la magnitud de lo que es, pero también me sentí bien, por el hecho de que siempre he dicho que la verdad hay que decirla y la verdad desde las diferentes orillas”, afirma.

Además del reto de integrar la comisión, Ángela tendrá la oportunidad de visibilizar una región fuertemente golpeada por el conflicto, que ya ha representado como lideresa.

“Soy una mujer del común con habilidades y destrezas, pero también con limitaciones, dificultades económicas como muchas mujeres”, expresa.

Ángela llegó a Medellín a los nueve años y allí vivió gran parte de su juventud. Se graduó de bachiller en el 2.000 y trabajó como auxiliar de Biblioteca en la Universidad Autónoma. Luego de quedarse sin trabajo, tomó la decisión de radicarse en Urabá a la edad de 26 años.

Haber sido víctima del conflicto en una finca bananera, haber acompañado y apoyado a cientos de mujeres víctimas de violencia sexual y liderado distintos escenarios de debate y transformación del conflicto, le dan la oportunidad de incorporar esta perspectiva en la construcción de la verdad.

Es una mujer que ha recorrido el país llevando la voz de quienes no la tenían, madre de 4 hijos, abuela, de un hogar consolidado hace más de 34 años, que viene haciendo una labor silenciosa pero significativa, representada en diferentes espacios y estamentos como la Iniciativa de Mujeres para la Paz, la mesa de reconciliación en Urabá y la construcción de la memoria histórica en Antioquia, entre otros.

“Considero que me nombraron porque mucha gente vio mi trabajo. Desde que inicié documentando casos, estando ahí con las víctimas. Han visto que puedo ser fiable, soy la parte de los que andan a pie”, dice.

Esa confianza y respeto que inspira, le han dado la posibilidad de mediar y facilitar procesos de reconciliación en una región que comienza a levantarse del lastre que dejó el conflicto, a la cual Ángela prestará su voz y sus oídos para las narrativas que lleven a esa verdad que muchos aún esperan.

“El significado más grande es que nosotros los del común tenemos unas verdades, de pronto más auténticas. Las hemos vivido y no hemos tenido quién nos apoye en un momento dado. Tuvimos que rumiar el dolor solas, contar entre nosotras nuestras verdades, nuestros llantos, o callarnos para que nuestros hijos no se dieran cuenta o porque teníamos así que irnos a trabajar porque la vida tenía que continuar, porque no era yo sola sino otra gente que estaba al lado mío”, sostiene.

Ella, una sobreviviente intuitiva, conciliadora, sin grandes títulos académicos qué ostentar, pero con algo más valioso, que es la credibilidad otorgada por quienes la conocen, que la animaron a hacer parte de la historia de la paz en el país.

Esta mujer no se rindió y ahora ve la oportunidad de poner todo su empeño y conocimiento en hacer de esta una búsqueda de la verdad distinta, única. “Yo creo que lo que le puedo aportar a la comisión es la escucha, escuchar a las víctimas, escuchar las verdades vengan de donde vengan”, dice.

Para Ángela es tan importante la Verdad como el Perdón, palabras que son ineludibles en su diálogo. “Cuando yo perdono, abro la puerta a la reconciliación. El perdón es individual, no colectivo. Es mi perdón, es una forma de decir: ‘esto me pasó a mí, no les pasó a todos, no tengo que seguir viviendo en ese recuerdo de lo que me pasó a mí’”.

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